lunes, 25 de junio de 2012

Lo que hice ayer


         La misión que he tenido, la que con más afán he llevado a cabo, ha sido perderte. Fue una misión secreta, incluso para mí. Ha sido el trabajo más minucioso que jamás he realizado, mi mayor hazaña. Y, como siempre ocurre cuando se pone empeño en cumplir bien un propósito, el resultado fue satisfactorio. La misión fue un éxito. Te perdí, te aparté de mi vida. Una maniobra impecable.
          Lo que sucede es que ahora no encuentro el regocijo, no sé dónde he puesto la euforia. Por más que lo busco, no encuentro el entusiasmo que dejan las buenas obras. En los cajones del armario no hay ropa, sólo trampas. He resuelto organizarme, pero sucede que ahora no encuentro el humor de ayer, no sé dónde he guardado el sarcasmo. Por más que las busco, no encuentro las bromas con que burlé entonces la madrugada. En las hojas del calendario no hay fechas, sólo trampas. He resuelto organizarme, pero sucede que ahora no me encuentro, sucede que ahora todo está cambiado. En los reflejos del cristal no hay miradas fugaces, sólo trampas.
         Debiste gritar que te dolía, o que la noche te hacía temblar, o que te daba miedo cruzar la calle sola. Debiste hablarme al oído. Debiste enseñarme a escuchar, a entender lo que decías. Debiste hacerlo.
         A lo que he brindado mi tiempo, a lo que más tesón he puesto en mi vida, ha sido a perderte. Fue una labor misteriosa, incluso para mí. Ha sido el trabajo más escrupuloso que jamás he realizado, mi mayor proeza. Y, como siempre ocurre cuando uno se entrega por acabar bien su tarea, el resultado fue satisfactorio. Lo que hice ayer es francamente insuperable.
          Ya ves, me dediqué a perderte.


miércoles, 13 de junio de 2012

El suelo es el cielo de los viejos


         Porque buscan recorrer una senda que todavía no han caminado, y tienen miedo de no poder hacerlo. Porque los apremia el tiempo, la asfixia del tiempo, el tictac de la sangre en el cuello, el tictac de las puestas de sol, tan turbias, tan premonitorias. Porque creen encontrar algún tipo de alivio, porque con ello aplacan las dudas, se desvanecen los vacíos, porque el cielo es firme y admite pisadas blandas, porque el cielo es firme y soporta el titubeo de la vejez, porque el cielo de los viejos no reprocha los espantos, sino que a ciegas los abraza, sin sermones, sin regaños de pobre. Porque van en busca de un sendero sin más revueltas, porque ahora los consuela el llanto de madera del bosque, porque necesitan advertir las espinas antes de que lo hagan sus pies, porque el corazón se les hiere sólo con rozarlas, porque ya no hay otra cosa que astillas. Detrás de ellos va quedando un reguero de vida y recuerdos. Hay memorias nítidas de una alegría distante, de una noche y de un mar, de unos ojos y de un mar, y hay memorias confusas de amaneceres repetidos, de atardeceres multiplicados sin color. Hay memorias que aún lastiman, que fortalecen, y otras que apenas inquietan el alma, que la estrangulan. El dolor duele, ríe y hace grande la vida, y la inercia de una armonía insustancial exaspera los deseos. Porque no les queda otro sueño que seguir caminando, porque no les queda otra prudencia que caminar. Porque compadecen su propia debilidad, porque lloran llantos secos de madera, como el bosque, porque ensombran con sus figuras corvas el atajo de tierra, porque entierran sus quimeras nuevas en esta vereda estéril de espinas, de sólo astillas, y las abonan con plegarias gastadas. Porque mudan los ojos en locura cuando los besa el viento, cuando los golpea el viento, cuando zozobran por el viento. Porque su locura muda en calma cuando el tormento de los huesos remite un poco, cuando el tormento del tictac amaina un poco. El suelo es el cielo de los viejos y consiente, una a una, sus pisadas blandas, y no reprende quejidos ni temores, y no castiga incertidumbres. Porque buscan alcanzar un mañana de seda y terciopelos blancos, porque aún no quieren rendir la vida, porque no regalan culpas al futuro, porque no arrepienten faltas del pasado, ya qué importa, porque rabian deslices de fe, ahora que por fin asoma, porque el tiempo ahoga con sus dedos de alambre, porque no queda aire en el camino. El cielo es firme y aguanta la embestida humilde de los viejos.


domingo, 3 de junio de 2012

Es ella


         Tiene brillo, tiene algo en los ojos, algo en los ojos, hay color rojo en el rojo de su mirada, tiene textura de vida, tiene aliento, tiene la fuerza del tiempo, la fuerza del tiempo, en los ojos, en su vida, tiene color azul en el azul de su sonrisa, es el acorde mudo de una canción marchita, es la imagen confusa de un reflejo, la imagen del miedo, es algo que hay allí, en el lugar que ocupa, dentro y fuera del lugar que ocupa, y tiene algo de un color impreciso que imprecisa su figura, tiene color, y eso es algo que nada tiene, color y fuerza, y presencia, y aroma a chocolate, y es suave como una promesa, y brilla, y quema, y consuela, y tiene recuerdos de color verde en el verde de su risa, y camina por encima del tiempo, y le roba su fuerza, y nos llora, y tiene un llanto que quema, que no consuela, que acobarda, que duele, que se pierde en un laberinto de bobos.
         -¿Es ilusión?
         -No.
         Y vuelve, y trepa, y se burla del tiempo, siempre se burla del tiempo, y le roba su fuerza, es el ladrón de su fuerza, y vuela por encima del pasado, y huele a caramelo, a caramelo caliente, y tiene algo en los ojos, algo blanco, algo gris, algo de un color vago, sin color, y es el acorde silencioso de una caricia, el instrumento burdo de una orquesta sin músicos, de una orquesta sin músicos, los músicos se han ido, y queda ella, con color, con fuerza, la que le robó al tiempo, y nos mira, y se burla, y nos pierde en el laberinto de bobos, y se ríe, y su risa es verde, el color verde del cielo, de la noche, y es un reflejo irreal, no existe, pero atormenta la vida, la disuelve.
         -¿Es música?
         -No.
         -¿Y adónde han ido los músicos?
         -Están muertos.
         -¿Y adónde han ido?
         -No lo sé.
        Ella tiene brillo, eso sí lo sé, tiene algo en los ojos, y su estructura de vida nos confunde, y me regala el chocolate de sus labios, y ocupa un lugar allí, en el lugar que tanto ocupa, dentro y fuera, y tiene color, es azul, es roja, es verde, es blanca, y negra, y gris, y está en el laberinto de los bobos, y nos acerca de la mano, y nos escucha, cuánto alienta que nos escuche, y tiene algo en la mirada que congela el pensamiento, y es suave como la memoria, la de las cosas que añoramos, y tiene la fuerza del tiempo.
         -¿Es dolor?
         -No.
         -¿Qué es?
         -Es ella. Nos está esperando. A todos.