martes, 24 de julio de 2012

Sin nombre


Calle abajo, calle va,
este hombre sin nombre, sin señas,
sin más abrigo que una mueca,
sin otro equipaje que su alma hueca.

Noche abajo, noche va,
este hombre sin nombre, sin huella,
sin más alivio que un retal de brisa en la nuca,
sin otra luna a cuestas que su luna vieja y gastada,
sobre él inclinada,
vértigo entre azoteas,
chiquilla antigua, coqueta,
sabia locura de plata, locura inquieta,
abrazo de pólvora y hojalata,
amor noctámbulo, imposible,
lágrima lenta, lágrima quieta, lágrima presa,
su luna usada y arrugada,
poesía de lluvia, hambre y madrugada,
niña anciana de baile primitivo,
señora de antojos, capricho de sangre.

Vida abajo, vida va,
este hombre sin nombre, sin identidad,
sin más consuelo que su muerte prometida,
bálsamo cercano, ansiado,
sin otro pecado que soñar,
sin otra culpa que enamorar,
vagabundo entre fervores,
inocente de aceros, insensato corazón,
estudiante de ardor ligero,
puñal de barro entre las manos,
pañuelos de seda oscura, de dolor,
alba perezosa, somnolienta,
que enreda su deseo con arte buena,
sin maldad, a tientas,
que anuda en su cuello un lazo de pobre aliento,
de escaso aliento.

Arroja un beso al viento,
hombre sin nombre,
arroja un beso al viento,
y muere,
hombre sin nombre,
que ya nadie te quiere.


domingo, 8 de julio de 2012

Epistolares (IV) - Abismo


           Estimada mía:


Apenas alcanzo a respirar. Me aprietan las cadenas, me ciñen con desmedida fuerza a la cama. He intentado pedir auxilio, y el sólo esbozo del gemido me provocó un leve desmayo. Apenas alcanzo a respirar. El rumor lejano de mis propios latidos me atormenta y asfixia, como una letanía envenenada que suspende la coherencia del pensamiento y lo enturbia, y que acaba tensando aún más las cadenas. Me ahogo, estimada mía. Me ahogo, y es por mi bien.
A ambos lados de la cama se extiende un abismo. He mirado en su interior y no he encontrado nada. No hay rastro de sufrimiento, ni de consuelo. No hay dolor ni arrumacos. No he divisado locura, tampoco sensatez. Sólo abismo. Ni luz cegadora ni oscuridad tenebrosa; sólo abismo. Insalvable y profundo, mudo, cercano y tentador, a un lado y a otro de la cama.
Me ahogo, y sé que es por mi bien.
Te escribiré.