lunes, 20 de agosto de 2012

Fragilidad


         Su corazón es débil. Su alma es un juguete, una figura de cristal tallado. Su vida es un regalo sin abrir. ¿Qué se esconde al final del camino? ¿Quién la espera? ¿Es hoy el día? Su sueño es esquivo, tentador como el chocolate, y descansa bajo llave, celoso, en un cajón oscuro.


         Su felicidad es frágil. Su ilusión es quebradiza como el hielo. Su vida es un secreto susurrado al oído. ¿Qué se oculta al final del camino? ¿Quién la espera? ¿Es hoy el día? ¿Es esta primavera? ¿Quién es? Dime, ¿quién eres? Su sueño es escurridizo, hiriente como el filo de una noche cerrada, y descansa bajo llave, ajeno, en un cajón oscuro.


         Su amor es delicado y tenue. En sus manos, enredada entre los dedos, tiene una caricia. Y un beso pequeño en los bolsillos. Su inocencia es verdadera. Su vida es el agua de un río. ¿Qué le reserva el final del camino? ¿Quién la espera? ¿Es hoy el día? Su sueño es huidizo, amargo como el veneno de una sospecha, y descansa bajo llave, impaciente, en un cajón oscuro.


         Su locura es frágil. Su vida es la niñez de una promesa.


domingo, 12 de agosto de 2012

Miedo


         Detrás de mí. Con cada paso, un latido. Detrás, más allá de mí. Más lejos ahora, más distante si esquivo el hueco de las miradas. Las manos cerradas, insatisfechas. Más cercano después, ahora, si tropiezo con los vaivenes del reloj.
         Camino perdido. No es soledad, ni desamparo. Camino perdido por un azar inquieto de amaneceres muertos, de albas marchitas, de luces oscuras, malogradas. Camino desfallecido entre ocasos de alientos podridos. No es desamparo, ni soledad. No es descuido, ni abandono. Es temor, es miedo. Es espanto, a veces, cuando tropiezo con los vaivenes del reloj.
         Detrás de mí. Camino perdido detrás de mí. Con cada paso, una herida. Pero no es soledad, es desamparo. Detrás, más allá de mis recuerdos vacíos, más allá del camino perdido, detrás de mí, distante si te esquivo, cercano ahora, junto a mí, si tropiezo con las agujas, con su vaivén, con su juego macabro, con su destino. Las manos cerradas, satisfechas. Pero no es descuido, es abandono. Y también es temor, es miedo. Es espanto, a veces, cuando acaricio el rencor de tu mirada.
           Detrás de mí. Puedo verte. Camino perdido. Con cada paso, más cerca la locura. Detrás, más allá de mí, del camino perdido, distante si te esquivo. Puedo verte. Puedo sentir tus latidos, las manos cerradas, puedo sentir tu ansia y mi propio desmayo. Allí, distante sólo si te esquivo, detrás de mí. Con cada paso, más cerca tu locura. Es soledad, y desamparo. Es descuido, y abandono. Camino desfallecido entre mentiras, entre tu odio y el mío, entre mi niñez y tus brazos podridos.
            Tengo miedo.