jueves, 27 de septiembre de 2012

El perro del vagabundo


         El destino de cada hombre no siempre es exclusivo del que lo disfruta, o del que lo padece, sino que suele compartirse con alguien más: una mujer, un hijo, una hermana, un perro... Como, pongamos por ejemplo, el perro de este pobre hombre, o de este hombre pobre.
         El animal no tuvo nada que ver con la mala gestión de sus acciones, o con el descalabro de su empresa, otrora boyante, o con el continuado despilfarro de su dueño. El animal no dijo ni media palabra durante todos aquellos años de obnubilado y ciego comportamiento. El perro, qué culpa tuvo el angelito, asistió impasible a la caída vertiginosa de su amo en las finanzas.
         Tan impasible como ahora, que, sentado a medias en el portal de una casa vieja, muestra a los viandantes su porte orgulloso y jadeante, mientras aguarda con infinita paciencia y cariño a que su dueño acabe de rebuscar en los contenedores. El animal no entiende de pobrezas o de caprichos. Si acaso, de frío o de humedad; no se duerme igual en la calle que en aquel lejano salón comedor, tan confortable como un jardín de algodón tibio.
         -Nada -dice el hombre.
       El perro se incorpora y se acerca a su amo. En el corazón del animal hay una sonrisa tan grande como la mansión en que antes vivía.
         -No hay nada, Gabi. Vámonos.
         El hombre echa a caminar y el perro lo acompaña, muy de cerca, procurándole su aliento. El animal tiene hambre y no sabe cuándo llegará el momento de comer alguna cosa. Por un hueso podría estar ladrando hasta enmudecer.
         Pero por una sonrisa de su dueño, podría maullar y volar como un pájaro.


domingo, 16 de septiembre de 2012

Su estrella


           Se ha quedado solo. Cuando más la necesitaba, la ha perdido. Es un niño grande y vacío. Tenía una estrella y la ha perdido. El cielo se le ha quedado oscuro. Apenas hay nubes, apenas hay brisa en la frente de las casas, apenas hay vida ahora en sus manos vacías. Apenas quiere latir su corazón. Apenas quiere. Es un niño grande deambulante. Va caminando del dolor al llanto, del llanto al dolor, apenas descansa, apenas hace un alto, va caminando del dolor al cielo oscuro. La noche se le ha quedado grande. Apenas ve nubes, apenas oye risas en las barrigas de las casas, apenas hay vida ahora en sus ojos vacíos. Apenas quiere latir su corazón. Apenas quiere. Es un dolor grande deambulante. Va caminando de la herida a su fotografía, de su fotografía a la herida, apenas descansa, apenas hace un alto, va caminando de la herida al cielo oscuro. ¿Dónde está su estrella? Hace un momento la tenía, hace un momento lo guiaba. Pero se ha perdido, pero se ha perdido. ¿Dónde está su estrella? El cielo se ha quedado solo, como él. Apenas hay luna, apenas hay prisas en las calles, apenas hay vida ahora en sus gestos vacíos. Apenas quiere latir su corazón. Apenas quiere. No, apenas puede. Es un lamento grande deambulante. Va caminando del alba al ocaso, del ocaso al alba, apenas descansa, apenas hace un alto, va caminando del alba al cielo oscuro.
         En la mesita de noche, el niño grande ha encontrado una caricia abandonada. Es todo cuanto le queda. Es todo cuanto queda de su estrella. Se ha quedado solo. Cuando más la necesitaba, la ha perdido. Es un niño grande y vacío. Tenía una estrella y la ha perdido. Y ahora su propia vida le es ajena. Su noche se ha hecho eterna y oscura. Se ha quedado solo. El cielo se ha quedado solo. El invierno se ha quedado solo. Apenas hay nieve, apenas hay frío. Apenas hay vida en su vida vacía. Está solo. Ha perdido su estrella, ha perdido su alegría. Apenas hay alma en su abrazo vacío. Apenas hay nada.
           Cuánto la quería... Ahora, apenas le queda nada.


domingo, 2 de septiembre de 2012

Piezas tuyas


         Hay un revuelo de ti en cada lugar, en cada sendero que piso, en cada viento que respiro, en cada viaje, en cada mejilla y en cada beso nuevo. Hay perfumes tuyos en cada habitación del hotel. La sonrisa del camarero es tuya, las manos amables del botones también. Me han enviado una chica al acabar la cena, y su ternura es tuya. Su amor prestado me resulta muy familiar, el negocio de sus caricias me recuerda demasiado a ti.
         Se ha marchado sin mediar más mentiras, y su brusquedad es tuya.

         "Estimado pasado:

        Apenas ha transcurrido un mes, y ya se ha espesado la niebla. Sólo un mes, y ya se ha hecho grande la añoranza. Llevo un desgarro en el tejido que cubre mis sueños. Es una estupidez intentar obrar un remiendo. La cicatriz lucirá mañana como el trazo de una mano joven y temblona. ¿Qué hay de ti? Me gustaría conocer tu rutina, ahora que no me pertenece. Sería maravilloso encontrarme unas líneas en el buzón. ¿Me escribirás? Si lo hicieras, sé piadoso. Omite los colores y el alba, no me hables de la música y tampoco de la miel que ayer recogí de sus labios. Si me escribieras, sé generoso. Necesito bálsamo para la herida y consuelo para las noches. Cuéntame que la viste un día asomada a su ventana, sé generoso, cuéntame que una lágrima moribunda se deslizaba por el dorso de su mano, y que era por mí, sé generoso, cuéntame que me evocaba.
        Apenas ha transcurrido un mes, y ya se ha empañado el cristal."

        
         Hay un revuelo de ti entre la gente. Piezas tuyas derramadas en cualquier lugar. Tu risa en cualquier conversación. Hay un revuelo de ti flanqueando mis pasos, una espiral de dolor y locura adornando las calles que camino.
          Me marcho sin mediar más mentiras. Y mi brusquedad es tuya.