Contigo es nuevo. Las gotas de lluvia
que me arroja este sol de ojos azules no me impiden contemplar tu ventana. No
tengo intención de parpadear. Miraré tu ventana hasta caer desfallecido. Creo
que son cinco los días que llevo de pie junto al buzón, bajo este sol llorón de
ojos azules. Cinco los días, o quizá más, y cinco las veces que he compartido
contigo la locura, o quizá más. Cuánto anhelo el temblor de las cortinas, la
sombra y el carmín de tus manos en el cristal, el revuelo de tu blusa
entornada. No tengo intención de parpadear. Miraré tu ventana hasta caer
malherido.
Contigo, ya lo sabes, es nuevo. Las
gotas de lluvia que golpean el cristal no logran distraerme de ti. Sé que estás
abajo, de pie junto al buzón que ayer alimentaron mis cartas. Pesa tanto en mis
brazos el reproche que apenas puedo huir de esta cama. No alcanzo desde aquí a
ver tu sonrisa, que ayer alimentó el latido tenue de mi corazón y convirtió mi
aliento enfermo en un rugido. Son cinco o quizá más los días que tiene mi vida,
y son cinco las veces que he caminado descalza contigo el lienzo de las
pinturas, o quizá más. No tengo intención de dormir. Ocuparé las noches con el
eco de tus manos hasta rendir tu recuerdo. Oigo pasos, pero no eres tú.
Contigo, hoy estoy seguro, es nuevo. La
lluvia que parpadea entre las luces del día moribundo no consigue alejar el
temor con su belleza. Quiero ser fuerte para ignorar el fuego, para ignorar el
metal frío que me acaricia el pecho como una seda maldita. No sé llorar. Sólo puedo
contemplarte dormida en la cama y fingir que hoy nos conocimos. Cinco días me
estrangula ya la sospecha, o quizá más, y cinco son ya los días que he vivido
sin vida, o quizá más. No tengo intención de despertarte. Seré sigiloso en mi
tortura para no perturbar tu descanso. Te besaré en la frente y, después, caeré
malherido a los pies de tu cama. Sigilosamente malherido.