miércoles, 28 de mayo de 2014

Detrás de todo


         Hay un paisaje de verdes, de agua fría y de ojos tuyos en el hueco de la memoria. Y detrás, más allá del lienzo falso, hay una melodía que no entiendo. Hay un paisaje de almendros, de caricias lentas y de labios tuyos en el hueco de la memoria. Y detrás, más allá de los colores fingidos, hay un murmullo que no entiendo.
         Mira, ha venido a verte una nube, han venido a verte las agujas del reloj, han venido a saber de ti, a preguntar cómo estás. Mañana se irán con las manos vacías, pero hoy, mientras tanto, habré de esforzarme en componer la patraña de siempre. Y si algo los inquieta, si los angustia el velo transparente del disimulo, de este áspero engaño, buscaré una sonrisa en el armario y la colgaré de los ojos. Porque han venido a verte, otra vez, y el viaje ha sido largo. Porque han venido a saber de ti y no merecen mala cara.
         Detrás del sueño hay un sendero de hielo y de margaritas deshojadas, detrás de la calma hay un susurro de pasos y de noche amargamente oscura, detrás del viento hay niebla azul. Detrás del tiempo hay más tiempo, hay más locura. Detrás del espejo hay una herida. Detrás de las manos que abrazo hay una mueca de espanto, hay un dolor pálido, desmaquillado. Detrás de la lluvia hay una sombra quieta, hay una figura inmóvil, hay un deseo. Detrás de un simple beso hay un gemido agrio y desnudo. Detrás de la náusea hay un motivo.
         Mira, ha venido a verte el gusano de la manzana, han venido a verte las teclas negras del piano, han venido a saber de ti, a preguntar cómo estás. Mañana se habrán ido. Pero hoy, mientras tanto, tendré que esforzarme, tendré que servir café y hablar de cuánto hemos cambiado, de cuántas ojeras tiene ahora el atardecer. Mañana se irán, y el viaje será largo. Tendré que hacer más café y mojar en él un gesto amable.
         Hay un paisaje de ocres, de riachuelos ruidosos y de ojos tuyos en el hueco de la memoria. Y detrás, más allá del cristal invertido, hay un silbido perpetuo, alguien que me llama. Hay un paisaje de olmos, de ternura lenta y de labios tuyos en el hueco de la memoria. Y detrás, más allá del adorno artificioso, hay una alegría silente, hay una dicha extraña que no comprendo.


domingo, 18 de mayo de 2014

Un sueño por contar


         Esta mañana, como ayer, hemos vuelto a estar juntos. Desplazarse en metro por la ciudad resulta incómodo. Demasiada gente, demasiada prisa. Apenas puedo situarme a tu lado para llenarme de perfume. Cuando hablas, apenas puedo escucharte. Cuando sonríes, apenas puedo contagiarme. Demasiada gente, demasiada prisa. Los empujones me hacen daño, porque me apartan de ti. Tú pareces más acostumbrada que yo al gentío; a mí me cuesta. El vaivén de los vagones me desmenuza el gesto, ése que tengo postizo para desdeñar los miedos. Sujetarte una mirada también me desmenuza.
        Esta mañana, como ayer, hemos vuelto a estar juntos, y hoy, como ayer, he vuelto a silenciarte mi secreto, he vuelto a no confesarte mi sueño. Tengo frío en el vagón del metro, tengo frío en los pasillos fríos. Intento caminar cerca de ti pero me empujan y me apartan. Demasiada gente, demasiada prisa. Revelarte mi sueño en medio de esa multitud, con tanto ruido, quizá no serviría. Imposible sería que las palabras no se perdiesen, imposible no atropellarlas. Demasiada gente, demasiada prisa. Revelarte mi sueño, allí, en mitad del vaivén, en medio del frío, quizá no serviría.
         He soñado que por fin hacíamos ese viaje a la nieve, y que tú eras feliz. He soñado que recorríamos a pie la montaña, que fotografiabas una ardilla, que yo dibujaba tus ojos en un papel, y que tú eras feliz. He soñado que la lluvia te empapaba el cabello, que me abrazabas al escuchar los truenos de la tormenta, que te reías de tus propios temores de niña, y que eras feliz. He soñado contigo, con nosotros, con tus amigos, con tus pies desnudos en la hierba, con un café a medianoche en tu lugar preferido, con tu ventana abierta, con tus libros bajo mi brazo, con un sol de abril reflejado en tus labios, con agua de playa en tus manos, con luna de verano en tus mejillas, contigo. He soñado que amanecía para nosotros, y que tú eras feliz.
         Esta mañana, como ayer, demasiada gente, demasiada prisa.
        Si me animo, si mañana encuentro fuerza y valor en los bolsillos, interrumpiré tu conversación y te preguntaré por ti. Si mañana encuentro fuerzas, preguntaré tu nombre.