Margarita mató a
su marido porque estaba aburrida. Lo mató siguiendo las instrucciones y el
consejo de un personaje de novela. Lo mató porque no deseaba seguir siendo una
mujer triste y apática.
-¿Qué tiene que
alegar en su defensa? –le pregunta el juez.
-Nada.
El juez es
pequeñito y redondo, y se parece mucho a la pelota de golf de su marido. Se
parece muchísimo, en realidad.
-¿Admite los
hechos?
-Sí.
Se la llevan
después dos policías, sujetándola con fuerza por el cuello y por las muñecas. La
arrastran escaleras abajo y luego le dan una patada en el culo y la meten en un
coche azul. El coche se parece mucho a su carrito de la compra; en realidad, es
de igual tamaño y huele del mismo modo. En la calle, su vecina Rosa la recibe
con un aplauso entusiasmado; le grita que es la mejor, que la admira, y a los
policías les dice que son feos y brutos, y que deberían patear también el culo
de sus mamás. Uno de los agentes le muestra un dedo y ella enseña los dientes.
-Admito los
hechos –murmura Margarita-. El juez me ha preguntado y yo le he dicho que sí.
Lo que no le he dicho es que se parece mucho a la pelota de mi marido.
Dentro del coche,
el otro agente se afana en cubrir la boca de Margarita con esparadrapo, pero
ella le muerde los dedos.
-Ay.
Ahora que se
fija, Margarita percibe el parecido existente entre el policía y el flamenco de
chapa que adorna su salón, ése que está junto a la puerta. En realidad, el
parecido es asombroso.
-Lo malo de matar
a un marido –le dijo el personaje de novela varios días atrás- es que siempre subsiste
en las manos el hedor de la culpabilidad. Esto no ocurre, por ejemplo, cuando
se mata a una suegra.
-Pero yo admito
los hechos –insiste Margarita-. No importa.
El agente del
esparadrapo mitiga el dolor de los dedos con un lametón.
-Tienes buenos
dientes, cachorrillo –le dice, muy serio.
-Admito los
hechos.
-¿Por qué lo
mataste?
-Porque era mío.
Más tarde, la
patada en el culo la impulsa al interior de una celda que, insólitamente, se
parece muchísimo a su cocina. En realidad, es idéntica: el fregadero es el
mismo, los azulejos también, y el reloj de la pared, y los trapos...
-¿Tan tediosa era
tu vida, Margarita? –le pregunta su marido muerto.
-Tanto.