Si estuvieras
cerca, te regalaría un cuento. Ya sé que es poco, pero es cuanto tengo. Si
estuvieras cerca, te haría dueña de mi historia. Ya sé que es poca, pero es
cuanto tengo. Te descolgaría una nube pequeña para que la usaras como
almohadón, si estuvieras cerca, para que pudieras escucharme sin que se agotaran
los músculos de tu sonrisa. Robaría tres hojas al olmo para acariciarte las
mejillas, si estuvieras cerca, para que pudieras escucharme sin que se
desvanecieran tus pupilas. Ya sé que es poco, pero es cuanto tengo. Si
estuvieras cerca, fingiría estar perdido para poder hallar refugio en tu
regazo. Fingiría haber llorado, si estuvieras cerca, para poder hallar consuelo
en tu murmullo de seda.
Pero la noche,
que es de piedra y penumbra, me desbarata el ánimo y me recuerda que tu
cercanía no es más que una mentira del corazón. Una mentira más. Pero la noche,
que tiene ojos de hielo y sombra, me desfigura el ánimo y me recuerda que tu
visita no es más que una mentira del corazón. Una mentira más. Y ya son muchas.
Si estuvieras
cerca, te regalaría los pétalos de un tulipán. Ya sé que es poco, pero es
cuanto tengo. Si estuvieras cerca, te haría dueña de mi aventura. Ya sé que es
poca, pero es cuanto tengo. Arrastraría hasta ti la ola que rompe en la playa,
si estuvieras cerca, para que tus pies se desnudaran con la espuma. Robaría
tres notas al piano y te arroparía con ellas, si estuvieras cerca, para que el
terciopelo de una melodía te adornara el cabello. Ya sé que es poco, pero es
cuanto tengo. Si estuvieras cerca, fingiría estar enfermo para poder hurtar un
mimo a tus manos. Fingiría haber enloquecido, si estuvieras cerca, para poder
hurtar un beso a tu cordura.
Pero la noche,
que es de hiel y acero afilado, me descompone el ánimo y me recuerda que tu presencia
no es más que una mentira del corazón. Una mentira más. Y ya son muchas. Y es
cuanto tengo.