lunes, 20 de julio de 2015

Viajar en una manzana


         Se oculta tras un pecado. Es muy pequeño. Se encaramó a una manzana y ahora contempla desde su cima el paisaje. La Luna se pone, y él tiembla de frío. Las notas torpes de un piano lo hacen temblar de frío. Te quiere, no te quiere, te quiere. Acaricia con timidez el contorno de sus recuerdos, que lo persiguen siempre en las medias noches y acaban alcanzándolo cada madrugada. Suspira, se estremece.
         Su manzana se eleva y recorre en ella el mundo. La brisa le revuelve el cabello y le enreda los deseos. No hay algodón en las nubes, es miga de pan y mantequilla. Te quiere, está seguro. En su bolsa de viaje hay un rayo tibio de sol; lo compró para ti. La marea sube, las olas del mar caminan de puntillas, temerosas de quebrar el chocolate. Un tendedero en el patio, lágrimas desteñidas prendidas con pinzas de madera. La Luna se pone, y él tiembla de miedo. Los colores torpes de su fantasía lo hacen temblar de miedo. Guarda las manos en los bolsillos del pantalón; quizá las necesite más tarde.
         Su manzana surca la nieve de las montañas. El vértigo le revuelve el cabello y le enreda la cordura. Te quiere, hoy te quiere. El resplandor intenso de la noche lo ciega. Hay un surco de caramelo en su conciencia. Hay un vestido rasgado junto a la cama, y alguien tocando al cristal de su ventana. Acude a abrir, y las olas del mar irrumpen en la habitación, quebrando el chocolate. La Luna se pone, y él tiembla, y las horas torpes del día se elevan en el horizonte, arrebatándole la juventud.
         Te quiere, está seguro, pero hoy se oculta tras un pecado.