Las hojas abiertas de una puerta desmesurada,
antigua madera herida, antiguas noches secretas en amarga vela; el sol tardío de
un verano moribundo que deslumbra la calle; las huellas invisibles, borradas
por la gruesa lluvia, de un mundo vacilante y taciturno que cruza incansable de
un lado a otro, asfalto hoy, adoquín ayer, barro y polvo anteayer; la brisa con
su remendado disfraz de vendaval; escaparates luminosos, muñecos sin rostro,
sin alma; el estruendo gris en cada esquina; las ventanas de oscuros cristales
que vomitan drama y miseria; individuos con premura y sin rostro, sin alma; el
niño que desgarra su llanto, que castiga su juguete; el carmín desencajado de
una prostituta; el pan despedazado en las manos de un hombre; un perro sin
dueño, sin collar, sin ladrido; escaleras de piedra, latidos agudos de afilados
zapatos que arañan la esfera de un reloj; la cúpula vertiginosa que desdibuja
el vientre de una nube huérfana; los destellos rojos, los reflejos verdes; el
estúpido estruendo en cada esquina.
He salido a buscarte. Pero la esquiva ciudad,
con astucia y crueldad exquisitas, oculta hoy el debilitado rastro de tu áspero
y fugaz pasado.
Y
así ayer, y así mañana.
Uf...!! Maravilloso. Me siento muy identificada con tus relatos porque, para mí, tenemos una forma de describir muy parecida.
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